qué siembres lo qué siembres
siempre le da la vida
tanto al grano bueno
cómo a la mala yerba.
Sin distiguir entre ellas
cómo madre bondadosa
qué aguanta el sufrimiento
sin queja alguna.
Cómo tierra bondadosa
comparo yo a los padres
qué siembran la semilla
con toda la ilusión del mundo.
La crían y la miman
hasta darían su vida por el fruto
aún si está o no florecido.
Muchas veces está fruta
cuidada con tanto mimo y esmero
esperando qué sea dulce como miel
y, al primer beso dado te sabe a hiel.
Mil veces qué hagas bien
y, una sola te equivoques
en cuenta tendrán
la qué no saliere bien
las demás ni se las recuerdes
sí no los quieres perder.
Lo peor de los padres
es qué lloran de por vida.
Cuándo los ves nacer
en el primer beso recibido
la primera palabra
qué es la mejor recibida
y, crees que no abra penas
si no más bien
un campo de alegría
qué nunca a de perecer.
Pero un día te das cuenta
que ya no te necesitan
dejándote de lado
cómo sí no te conocieran
entregando a un extraño
lo qué esperaste para ti.
Tú qué nada pediste
sino todo lo contrario
diste más de lo qué pudiste
para qué nada le faltare
debiédote lo que es.
Te mira cómo aún extraño
dejándote de lado
como perro abandonado
avergonzándose de ti.
El campo de la alegría
se lleno de pena negra
creciendo sólo amarguras
qué tú no sembraste allí.
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