Me llaman hombre sin alma
pues ella perdí una mañana de abril
qué se llevo a mí amada sin trece años cumplir.
Le arrancaron de mí vida sin poderme despedir
ni disfrutar de la vida, qué aún nos quedaba por vivir.
En mí retina quedase, su belleza inmaculada sobre lecho de marfíl
pura y blanca rosa qué no pude despedir.
Trece primaveras contaba la amada mía
las mismas puñaladas qué en mí corazón recibiera
al pie de la coraza en qué en que su cuerpo reposara.
Blanca cómo nieve, fría como mármol sin esculpir
puse el primer beso qué le diere
el último y el único qué recibiere.
Nuestro amor fuere tan puro cómo agua cristalina
aún no contaminada por los a fluyentes de la vida.
Después de muchos años esperando esté día
qué con alegría recibo, para reunirme con ella.
No quiero en mí partida se derrame una sóla lagríma
bastante derramé hasta llegar a ella.
Cuándo sea llevado a la casa de todos
qué esté epitafio se escriba en mí tumba.
Después de muchos años dé ser hombre sin alma
al fin le fue devuelta, al reposar junto a su amada.