Cada bello amanecer, más de ocho décadas seguidas
siempre a la misma hora, se oye una melodía
acompañada por guitarra dé manos ya temblorosas.
Poco le importa al autor, que rimen o no sus notas
más que canción, es llanto de agonía
mientras por su mejilla cae fría lágrima
esa misma que cayó aquel fatídico día.
Lo que vieron sus retinas quedo grabado a fuego
para siempre en su memoria, tal como él deseara
así, siempre tendría su última imagen bella.
Las notas desordenadas cuentas así la historia.
Rodeaba su aposento cientos de flores frescas
pero solo una flor, destacaba entre ellas.
No contaba veinte años, cuando se le fue la vida
fuere triste atardecer, cuando partiera ella.
Fría como mármol, blanca como paloma
su cuerpo parecía esculpido por mano divina.
Con lágrima en mejilla beso su carnosa boca
de la que recibiese el primero de su vida.
Acariciándole el pelo qué era pura seda
le oyeron entre sollozos hacer está promesa.
No habrá otros labios que rocen jamás mi boca
ni mi corazón sufrirá más por otra doncella
tu fuiste el primer nardo y el último vida mía.
Esta es la melodía que después de ocho décadas
se puede escuchar cada día, siempre a la misma hora
poco le importa al autor, que rimen o no sus notas.
Gracias Victor (a ver si no soy esa Olga jeje), el amor, desamor, perdida, reencuentro...todo tiene una cosa en común, a mi entender...la ilusión del recuerdo de lo vivido o por vivir. Mil besos!!
ResponderEliminarUna expresión de sentimientos total.Volví a recordar a una hermana mía que murió casi a la misma edad.
ResponderEliminarUn abrazo, poeta