malvivo en está vida.
En mí mente una noche
en qué todo pudo ser
pero, quedase en nada.
Yo, hombre casado
tú diez y ocho rosas
dejando de cada una
espinas en mí clavadas
para qué no olvidase jamás
tú belleza inmaculada.
Aún pasados los años
tú imagen llevo grabada
a fuego en mí alma.
No se se puede apagar
amor hecho de fuego
tampoco se puede olvidar
cuando es verdadero
siendo parte de mí
como aire qué respiro.
Solo una noche
ni siquiera estuvimos solos
siendo deseo mutuo
por los dos compartido
con solo una mirada
de tus ojos azules.
El cabello al viento
dejando ver
la bella rosa que era tú cara.
Por la distancia
paso mucho tiempo
cuando volviste
la rosa tenía dueño.
Pero con solo tú mirada
volvió el fuego
el mismo de aquella noche
en qué todo pudo ser
pero quedase en nada.
Será nuestro secreto
de aquella noche pasada.
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