Entre sus brazos
cerró los ojos
la última mirada
grabada en su retina
la del hombre que más quiso.
Su último suspiro
fue para decirle, te quiero.
El día se hizo noche
en ese, mismo momento.
Su rostro siempre rosado
emblanqueció de pronto
sus labios rojos sangre
quédense blanquecidos
quedando intacta
la hermosura de su cara.
Con la expresión tranquila
por haberse sentido amada.
Él, la abrazaba contra su pecho
dándole el calor
que su cuerpo perdía
sin ser consciente de su partida.
Quizás, su mente no aceptaba
qué lo que más amo
se le arrebatara
de manera cruel
nunca esperada.
Que tristes las despedidas...
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