Mi señor, tan grande fue mi pecado para que me robes en
solo unos días, al hijo que me diste? El cual no pudo despedirse ni siquiera
del hijo que tanto quería, ni de su familia ni amigos. No puedo comprender mi
señor, porque me dejas a mí con la vida vivida, y te llevas a él que apenas
empezó la suya? Sepas que estoy enfadado
contigo por el daño causado, sé que tuyo es el poder y tuyas la decisiones,
pero me diste donde más duele, la pérdida de un hijo, eso rompe el corazón, y
llenas de duda mi vida, de que eres el señor de justicia divina.
Que le explico a su hijo, cuando me pregunte por él, que
en su corta edad no encuentra sentido, ni mucho menos consuelo? Le digo que
está en cielo junto al señor que es amor y misericordia? No lo podrá comprender
y quizás te rechace de por vida, porque tú sabes muy bien que no es justo, ni
acto de amor, ni menos de misericordia.
Y de mi esposa su madre, que consuelo le dejas? Si no
pudo besarlo antes de que se le fuese la vida, si yo siento dolor, rabia y
amargura ¿Qué sentirá ella que engendro en sus entrañas? Para eso no hay
palabras que describan el sufrimiento, solo hay que ver su cara desencajada, el
llanto afligido cuando acaricia su cara, fría y encerada. Cada vez que vea a su
nieto le recordara al hijo, y aunque por fuera no llore para que el niño no
sufra, por dentro seguro que el dolor, le quemara las entrañas.
Por ahora mi señor no te puedo perdonar el daño que nos
hiciste, quizás cuando me llames, entienda este castigo.
Vruescas/ 06.04.2013.- “A Ignacio”
No hay comentarios:
Publicar un comentario