cuándo yo te conocí
otras manos avián acariciado
tú pureza juvenil.
Pero no temblaron tus labios
ni tú cuerpo estremeció
cómo cuándo mis labios rozaron
esa rosa de abril.
Eras adolescente
también lo fuere yo
aún no habías cumplido ni diez y seis.
Ese tres de marzo quedó en mí corazón
cómo si fuera el primer beso
qué mis labios recibieren
los demás recibidos
nunca fueron así.
Tú fuiste la primera
qué causare mella en mí
las otras qué pasaren
el olvido se las llevo.
Eras tú la mujer
la qué mí destino guardase.
Fuere tú cuerpo
como delicada porcelana
teniendo miedo abrazarlo
por si esté se dañara.
Labios cómo claveles
de eterna primavera
qué al ser besados
sentías mil aromas diferentes
qué enloquecían la mente
y, te quitaban las fuerzas.
Negros cómo la noche
eran tus hermosos ojos
de mirada inocente
qué al alma llegaran
como fuente de alegría.
Larga melena
qué a tú cintura llegase
qué solo de rozarla
mí cuerpo estremeciera.
Todo el daño qué llevare
hecho por otra mujer
con tus manos de geisha
suaves cómo algodón
curaste mis heridas
y, limpiaste mí corazón
dejádolo como nuevo
para recibir sólo tú amor.
El paso de los años
no hicieron mella en ti
éstos han respetado
tú belleza juvenil.
Me parece sólo ayer
pasados tantos años
cuándo por primero vez
nuestros labios se juntaron.
Aquello fue más que un beso
testigos son los años
de lo qué aquel beso unió
nadie pudo separlo.
Dos cosas pido a la vida
qué te puso en mí camino
más años para quererte
de lo qué te quise hasta hora
y, cuándo llegue la partida
sea primero la mía
el no tenerte a mí lado
sería estar muerto en vida.
Aún eres mí rosa de abril
qué los años no marchitan.
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