Mi amigo Ramón con 92 años cumplidos, el veintitrés del pasado abril de este mismo año, me llena de sabiduría de esa que no está en libros. Le conocí hace un unos años, cuando perdió a su compañera, esa, que le acompaño sesenta años de su vida. También hacia poco había perdido a su hijo con solos setenta años, su nuera y sus nietos le dejaron más solo toda vía, pues antes los veía poco ahora, ni de él se acuerdan.
Con una memoria excelente que para mi quisiera, cada día que le visito me llevo un poco de historia, y el cariño de una gran persona.
Me dice con mucha guasa, que solo le quedan cuatro placeres en la vida, la buena comida, el buen vino, sus cinco cigarros al día y el poder mear, que a estos años es, como pasar un buen rato con una buena moza. Se lía sus cigarros de una vieja petaca, dice, que fue el regalo de su padre, cuando llevo el primer jornal a casa, cuando solo tenía diez años. Corrían el año mil novecientos treinta, y aunque tuvo la suerte de poder ir al colegio, se ganaba unos reales en una notaría, por hacer recados al salir de la escuela.
Me dice, que fueron años revueltos por políticos, sindicatos y demás comparsa, sin sentimiento hacia su patria, que solo pensaban en dividir España. Todo aquello llevo a empobrecer al pueblo, y a fomentar el odio entre quien compartían tierra. Esto costó muy caro, y lo peor de todo, miles de cientos de vidas hermanas; ahora estamos igual, la historia se repite, pero ahora la gente tiene estudios y, no como en aquellos malditos años, que el que sabía escribir era como hoy un abogado. Hoy los ejércitos todos tienen carrera, no como en aquellos años que eran casi analfabetos. Y no creo que la gente olvide esos años de maleza, además estamos en Europa, que para bien o para mal, es toda una ventaja.
Todos debíamos tener un Ramón en nuestras vidas, yo le doy compañía y él a mí, toda la sabiduría qué da la vida.
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